Historia

Podemos señalar la antigüedad del poblamiento de estas tierras, como lo demuestran los hallazgos arqueológicos que tienen continuidad a lo largo de las etapas más antiguas. Así, cerca de A pena de Nuria se conservan vestigios de un poblado primitivo y restos célticos o precélticos en A Insua. Enfrente de Montefurado se hallaron varias hachas de piedra, una punta de lanza de hierro y una fíbula de tamaño grande, también de hierro, moteada de tres líneas simétricas de gotas de bronce. Asimismo, es probable que el paso bajo tierra de Montefurado fuese efecto de la acción minera llevada a cabo por los romanos en la parte septentrional de la Gallaecia.

Pero la historia propiamente dicha del municipio de Ribeira de Piquín comienza en el siglo XI, con la restauración o fundación del Monasterio de Meira, que va a poner al descubierto el quehacer económico, social, cultural y religioso de unos pueblos que los documentos del convento meirense llaman de “tras la Sierra”.

En 1171, la condesa Sancha, hermana del rey Alfonso VII, hizo donación al monasterio de Meira “de la mitad de la villa de Piquín”, y en 1182 el conde Rodrígo Alvarez, maestre de Santiago, entregó al mismo y a su abad Vidal “de la parte que tenía en Santalla de Piquín”. Por su parte, el rey Fernando II dona, a su vez, en 1184, al abad y frailes de Meira “el realengo de Santalla de Piquín y del Casal de Piñeiro”. Y en el privilegio de posesión que otorga al año siguiente en Cáceres el mismo rey, al fijar los límites de los bienes de la abadía se dice que van “…de Montefurado adporium de Piquín…”. En 1233 el rey Fernando da al prior de Meira y a su comunidad “la tierra de las riveras de Piquín”.

En 1235 el abad y el convento de Meira pasan por una situación un tanto difícil, ya que sus vasallos y colonos son objeto de depredaciones y rapiñas. Para poner fin a tales desafueros, el convento da en encomienda a Arias Méndez “la tierra de las Riveras de Piquín con condición que defendiese las granjas, tierras y vasallos del monasterio”.

A pesar de las donaciones y encomiendas reales y particulares que se suceden ininterrumpidamente durante siglos, A Ribeira no pierde una cierta vinculación con A Pobra de Burón, cuya jurisdicción se extendía a casi toda la cuenca del Eo, señorío de los Osorio primero, y más tarde de los estados del conde de Altamira.

Cuando el capitán general de Galicia hace en 1702 requerimiento a los hidalgos de la jurisdicción de Meira “para que partan en real servicio en defensa del Reino”, Diego Díaz de Freixo, “de edad de treinta y dos poco más o menos”, dice que es pobre y sin caudal alguno; Pedro Díaz de Freixo, “de edad de unos cincuenta años”, dice que “está achacoso de ciática y pobre de corto caudal”. El comportamiento de los hidalgos de estas tierras, un siglo más tarde, es muy diferente. Se levantan “todos a una” para defender sus tierras y sus libertades contra el francés. Constituidos en milicias populares, inflingen serios reveses a las tropas del general Mauricio Mathie, acampadas en Santalla. Al mando del merino y justicia ordinaria de Luaces, Juan de Neira y Feijoo, hostigan una y otra vez a las fuerzas invasoras. Evacuados de A Ribeira los franceses, se unen a los soldados del marqués de La Romana que había puesto su cuartel general en Piquín para continuar su lucha. Asimismo, cuando en 1833 creen en peligro “sus fueros y sus tradiciones”, vuelven “a la guerra” para luchar contra el liberalismo extranjerizante engrosando las filas del señor de Bullán. Se levantan de nuevo al estallar la tercera guerra carlista, uniéndose a las partidas absolutistas de fray Gregorio Colmenero, cura de Seixosmil. Una de las acciones más sonadas de este convencido absolutista fue la toma de Castroverde en Septiembre de 1873. Traicionados sus leales seguidores, cayó en una emboscada preparada por las fuerzas gubernamentales y varios de sus incondicionales fueron ahorcados en la plaza del pueblo”

Vestigios arqueológicos: Restos precélticos en A Insua y Castro en Pena de Nurias; Restos en Montefurado.

Etnografía

Todo el término municipal está lleno de leyendas de tradición oral, llegadas hasta nuestros días por la voz de los más ancianos del lugar; sin embargo, ésta gran riqueza histórica y etnográfica se está perdiendo por la falta de interés de las nuevas generaciones.

La antiquísima costumbre de sentarse ante el fuego, en las noches de invierno, para escuchar los sabios consejos y recomendaciones de las generaciones longevas, ha sido sustituida por nuevos avances tecnológicos, que nada tienen que ver con el sosiego y la tranquilidad al pie del hogar.

Escudo

Patrimonio

A lo largo del municipio se suceden las muestras arqueológicas del pasado de estas tierras; así en la parroquia de Baos se conservan varias mámoas y el castro de Teixeira, mientras que en Piquín y en Navallos tenemos el castro de Cabaceira y el Pico do Castro, respectivamente.

De época romana nos quedan las huellas de las minas de Montefurado y, en el apartado de arquitectura religiosa, toda una serie de templos parroquiales y capillas como son:

Iglesia de San Xoán de Baos, situada en una colina rodeada por el río Rodil, conformando iglesia y pueblo un pintoresco cuadro, en lo que parece haber sido una construcción castreña. De amplias proporciones se encuentra revocada en cal, con tres naves cubiertas con tejado de pizarra y madera en el interior. En su interior, destaca el retablo mayor, neoclásico, así como la imagen policromada de San Andrés, del siglo XV, ubicada en el retablo lateral, de estilo renacentista.

Iglesia de San Xurxo de Piquín, situada en la orilla izquierda del río Eo y datada en el año 1782, posee un bello estilo neoclásico con muros de pizarra. Su planta es de cruz latina, formada por dos capillas, con una sola nave cubierta por una bóveda de cañón. En el interior, un retablo neoclásico en la capilla lateral y una cruz de plata repujada.

Iglesia de Santa Baia de Piquín, con muros de mampostería en pizarra del país, posee varios retablos barrocos del siglo XVIII, con tallas interesantes, sobre todo el mayor, de tres pisos y cinco calles, columnas entorchadas y estriadas y banco con relieves sencillos.

Iglesias: Santa Baia y San Xurxo de Ribeira de Piquín; Baos.

Capillas: Santo Estevo, Santa Catarina; San Miguel; Santa Apolonia; San Luis Rei; San Caetano; San Antón; Capillas de Baragón, Boel, Cabaceira, Lamas, Outariz, Piquín, Vilares (Santabaia), Barcia, Meroi, Mestre, Sadradín, San Fiz (San Xurxo).

Nace un Ayuntamiento

Ribeira de Piquín constituye uno de los más sugestivos y desconocidos municipios de la provincia de Lugo. Y es precisamente el más moderno de sus ayuntamientos, pues fue constituido el 6 de Mayo de 1935.

Anteriormente, las parroquias de Santalla de Piquín, San Pedro de Navallos y San Jorge de Piquín pertenecían al municipio de Meira, del que se segregaron por acuerdo tomado al efecto el año 1933 en que de doce concejales que formaban el Concejo de Meira, nueve eran de Ribeira de Piquín. En los años cincuenta pasaría también a engrosar el Ayuntamiento de Ribeira de Piquín la parroquia de Santiago de Acebo.

La capitalidad del municipio, tierra de rincones de ensueño con valles y paisajes de montaña impresionantes y unos ríos trucheros como el Eo y el Bao, de primera magnitud piscícolamente hablando, es Chao de Pousadoiro, un auténtico oasis de paz y quietud, que constituye el centro neurálgico de las comunicaciones hacia Meira y Lugo, A Pontenova y Santalla de Piquín, y por extensión hacia Baleira. La excursión hasta Chao de Pousadoiro, con ramificaciones desde allí hasta todas y cada una de las parroquias del municipio de Ribeira de Piquín, es quizás uno de los itinerarios más turísticos y singulares que podemos encontrar, no sólo en la provincia de Lugo, sino en Galicia entera.

La sesión constitutiva del municipio de Ribeira de Piquín se celebró el día seis de mayo del año 1935 bajo la presidencia de Eusebio Sierra, secretario del Ayuntamiento de Fonsagrada, que actuaría como Delegado gubernativo al efecto de dar posesión a los concejales y la designación entre ellos de alcalde del nuevo ayuntamiento, cargo para el que es elegido Fermín Llousas González, por nueve votos a favor y una papeleta en blanco. Primer teniente de Alcalde, fue Manuel Pardo Durán y segundo teniente de alcalde Emilio Fernández Fernández. Suscribió el acta como secretario Luis Goy, si bien parece que de hecho lo fue Avelino López Otero, natural de Barcia y a la sazón profesor del Colegio Balmes de Lugo.

Alfredo Sánchez Carro en “Hoja del Lunes de Lugo”.